que no existen realidades cuando solo se intenta escapar,
y la confusión se desviste en las huestes de la incomodidad.
Toda crisis repentina conlleva a otro problema final.
Pero no hay estremecimientos ciertos
cuando el agua llega a cuello
y uno no sabe nadar.
Vacío en el alma, me sumerjo y vuelvo a exhalar.
He tenido miedos, miedo de amarte,
de amarme y ser real.
La piedra que llevo en el pecho
me hunde a cada instante
un poco mas.
Sé que ante la profundidad de estas nostalgias
emergerán diversas pasiones calladas
que el viento a tus palabras llevará.
Ya no volveré a extrañar miradas
dejaré de crecer, de reír y llorar,
de añorar lo que nunca será.
La muerte vendrá al final de esta carta.
Porque he de despreciar el silencio absoluto
que el fondo de este océano apacible trama,
ya he de confesar que morir es ahora vivir.
La piedra que llevo aquí se desarma…
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